jueves, 14 de agosto de 2008

Sobre Los libros de la guerra-Esteban b


Dicen que Los pichiciegos es la mejor novela sobre la guerra de Malvinas. Dicen que Vivir afuera es una de las mejores novelas sobre los años 90 en la Argentina. Dicen que el autor de ambos libros está loco. Y dicen muchas cosas más. Hablamos de Rodolfo Enrique Fogwill (o simplemente Fogwill, como él firma sus trabajos), escritor argentino, quien ha publicado a principios de este año Los libros de la guerra. Este volumen es una antología de las intervenciones periodísticas del autor a lo largo de 25 años, desde los meses previos a la victoria de Raúl Alfonsín hasta fines del 2007.

Autorretrato
“Estudié medicina, letras, filosofía, matemáticas, canto, música, francés, inglés, rudimentos de griego y latín y olvidé casi todo. Enseñé metodología, estadística, teorías de la comunicación, teorías de la ideología y sociología; no aprendí casi nada. Fui publicitario, investigador de mercado, redactor, empresario, especulador de bolsa, terrorista y estafador”. Así se presenta Fogwill en un imperdible autorretrato que se encuentra en la primera parte del libro en cuestión. Efectivamente, sus conocimientos son diversos. No sólo domina a la perfección las teorías de los clásicos de la sociología (Fogwill es sociólogo) sino que puede dejar descolocado al lector con alguna disquisición sobre diversos asuntos, desde la matemática y los fractales hasta la informática y la medicina. Como dice un crítico, pareciera siempre que Fogwill sabe cosas que se le escapan al lector.
El autor de Vivir afuera está rodeado de una serie de leyendas que él mismo se encargó de difundir. Por ejemplo, es vox populi que escribió la mencionada novela sobre la guerra de Malvinas en sólo tres días bajo los efectos de la cocaína (“Por más de diecisiete años fui cocainómano” confiesa). Que estuvo preso por estafa. Que fue millonario y que perdió casi todo. Qué es el autor del slogan “el sabor del encuentro”. Que escribió durante un tiempo los chistes de los chicles bazooka. Qué se casó no se cuántas veces. En realidad, poco importa si esos rumores son ciertos o no. Entonces, vayamos a lo que sí importa.
Al leer los artículos de Fogwill –especialmente los de principios de los años 80- uno debe estar preparado para las continuas cachetadas al sentido común progresista. Nada más equivocado que buscar en sus diatribas lo políticamente correcto. Fogwill- en medio de la algarabía alfonsinista- se pronunció en contra del aborto y de la ley de divorcio, con argumentos que por supuesto, son atendibles. Pero lo que más impresiona en estos escritos es la postura que él asumió, en plena primavera democrática, con respecto a la herencia que había dejado el Proceso de Reorganización Nacional. Cuando muchos se llenaban la boca hablando sólo de las atrocidades que habían cometido los militares y no de las responsabilidades de una sociedad cómplice, Fogwill escribió un artículo brillante que se titula “El doctor Cormillot y la gran máquina de adelgazar conciencias”, el cual debería ser de lectura obligatoria para todo aquel que estudie la forma en que los argentinos supimos construir una memoria de la Dictadura. Asimismo, el autor de “Los pichiciegos” fustigó a la política cultural del gobierno de Raúl Alfonsín, poniendo en evidencia las continuidades que existían entre esa política y la implementada por el régimen precedente.
Por otro lado, están los artículos de crítica literaria. Allí, a contramano de lo que dictaba el canon, Fogwill comienza a difundir autores que hasta ese entonces eran desconocidos en el campo literario y hoy son de lectura obligatoria en la carrera de letras. Por ejemplo, Cesar Aira y Alberto Laiseca.
También se incluyen en esta antología algunas de las mejores entrevistas que Fogwill concedió. En dichos reportajes queda claro que este hombre de cabeza blanca con pinta de viejo cascarabia, no sólo es una de las mejores plumas de nuestro país sino que además es un personaje al que cualquier periodista le gustaría tener mano a mano.
Por lo tanto, “Los libros de la guerra” es un volumen que retrata en forma perfecta al autor. A lo largo de sus páginas, la inteligencia y la capacidad analítica de Fogwill sorprenden gratamente. Y luego de esta experiencia de lectura, no cabe más que afirmar que Fogwill ha hecho suya una máxima que debería tener en cuenta todo intelectual: sospechar de las verdades consagradas y de los poderes establecidos.

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