sábado, 30 de agosto de 2008

Tomás y TVR-Esteban b


Salvo contadas excepciones, los sábados a la noche veo atentamente TVR. Es una de los únicos dos programas (el otro es Palabra más, palabras menos, y a veces CQC) que me siento a ver. Todo lo demás, miro esporádicamente, mientras hago zapping. El sábado pasado sentí una hermosa incomodidad cuando el polémico filósofo Tomás Abraham los hizo cagar a los conductores (verbalmente, claro) por un informe que pasaron. Lo curioso es que durante esta semana, lo único que leí fueron palos para TVR. Y la verdad es que en medio de tanto debate estùpido entre no sé qué modelito con no se cuál vedette, está buenìsimo lo que paso en TVR, donde un filósofo castigó duramente a la televisión desde un progarma de televisiòn. Pero lo cierto es que no es casualidad que pasen estas cosas en ese programa. Me acuerdo que el año pasado sucedió algo parecido cuando invitaron a Josè Pablo Feinmann.
Me dio bronca que la mayorìa de los periodistas se rasgaran las vestiduras por el informe, sin señalar que existen pocos espacios en la televisión abierta que den lugar a intelectuales para que digan lo que se les antoje. Y a esos tipos, no se los escucha ni en los programas de Tinelli, ni en los de Rial ni tampoco en los de Pergolini. Si, en cambio, en TVR. Por eso esta noche,nuevamente, me voy a acomodar en el sillòn de la cocina, y voy a poner en el 13.

miércoles, 27 de agosto de 2008

"Cada mañana, al despertar"...-Esteban b


Cada día las tapas de El Liberal me enorgullecen más. "Santa Rosa se hace extrañar" dice el titular de hoy. Qué buen gusto del editor, qué olfato para saber dónde estàn las noticias, qué calidad para detectar cómo queremos informarnos los santiagueños. Y adentro sigue la muestra de lo que es buen periodismo. Investigaciones sobre dudosas operaciones gubernamentales, columnas agudas acerca de la situaciòn polìtica provincial, analisis no privados de inteligencia sobre el funcionamiento de nuestra legislatura, crìticas duras al poder judicial, etc. Pero lo que más me gusta del diario, son los titulares puntillosos que informan la actividad cotidiana del gobernador Zamora y del intendente Alegre. Esos que dicen por ejemplo: "Zamora inauguró...", "Zamora se reunió con...", "Zamora entregó casas en..." "Alegre recorrió...". La verdad, qué quieren que les diga, que hermoso que es vivir en Santiago!.

lunes, 25 de agosto de 2008

Cómo los odio a las economistas- Tomatis


Siempre he sentido un rechazo visceral hacia los economistas. No es que yo entienda demasiado del tema; al contrario, detesto los gráficos y los números; las tablas y las estadísticas.
Soy uno de los millones de argentinos que aborrece el lenguaje técnico, frio y despótico que utilizan los especialistas cuando se ponen a hablar de cualquier cosa. Me produce náuseas cada vez que escucho en la televisión opinar a tipos de traje que piensan que porque utilizan un par de palabritas raras, son inteligentes.
Fue una gran desilusión para mí, cuando mi hija adolescente me confesó que quiere estudiar para ser economista. Pero me quedé callado. Supongo que con el tiempo, cambiará de opinión.

Expresiones
Quiero contarles que me harté de soportar las siguientes expresiones: “Sensible suba del valor nominal de los productos de intercambio”, o “baja porcentual del salario real de los trabajadores”. Lo que quieren decir en verdad con estas frases oscuras y rimbombantes, es que los precios se han ido a la re-mierda y que el sueldo de los empleados ya no alcanza ni para comprar un paquete de fideos. Lo podrían expresar de esta manera, pero no, ellos prefieren el firulete verbal, para confundir a la gente.
Últimamente me tienen podrido. Porque como todos sabemos, es ya imposible ir al supermercado sin tener la sensación de que nos entuban un palo por ya saben dónde… Uno se acerca a la caja, la chica comienza a toquetear la maquina registradora hasta que llega el momento culminante: una paga sabiendo que la semana anterior desembolsó unos cuantos billetes menos. Pero bueno, supongamos que nos acostumbramos a esto y que ya no nos afecta. Perfecto: yo acepto pagar unas monedas más el café que tomo todas las mañanas.
Lo que no acepto bajo ningún concepto son las explicaciones que los economistas dan sobre el tema. Me calienta, me pone furioso que salgan a detallar las causas por las que- supuestamente- las cosas están cada día más caras. Que los precios internacionales, que el tipo de cambio, que el frío, que la escasez, que el calor, que la suba del dólar, que la especulación, que Moreno, que la suba del euro, que Jaime, que la desconfianza de los inversores, que Nestor, que la crisis política y no se cuántas pelotudeces más. ¿Se dieron cuenta de eso? A los lectores les pregunto. ¿Se dieron cuenta de que cada aumento es acompañado por los parlamentos de los economistas que de memoria repiten lo mismo? Y encima lo hacen con una seriedad en sus caras, que parece que están diciendo algo sensato...
¡Basta por favor! No quiero que me expliquen nunca más las razones de las subas. O les propongo algo. Digan lo siguiente cuando escriban en los diarios o hablen en la tele: los precios suben porque sí, porque se les antoja, porque tienen vida propia y deciden agrandarse.
Dejen de joder con los informes, las estadísticas y las sesudas teorías: ya nadie les cree. No me solucionan nada contándome porqué la guita se me evapora en un ratito. No exasperen más a la gente. No hagan más pronósticos tampoco porque para adivinar el futuro ya están los brujitos que aparecen todos los días en el Nuevo Diario. Hasta la próxima.

jueves, 21 de agosto de 2008

La historia se repite-Esteban b


A Giordano Bruno lo mandaron a la hoguera. A Galileo lo obligaron a retractarse (Eppur si....).¿Creíamos que ésas eran cosas del pasado? ¿Creiamos que la historia vergonoza, autoritaria y criminal de la iglesia se había terminado? Parece que no. Y ahora le tocó a un comprovinicano: Ariel Alvarez Valdez. Lo "suspendieron", lo "sancionaron" por sostener algo que es una obviedad total. ¿Hasta cuándo la iglesia seguirá con esa postura irracional de negar lo que la ciencia afirma con pruebas más que suficientes? ¿Hasta cuándo seguirán con el cuentito de Adán y Eva y con que la tierra no tiene más de 5000 años? ¿No están haciendo lo mismo que hicieron cuando se ofuscaron porque un científico les avisó que la tierra giraba alrededor del sol y no la revés? Parece que no aprenden. La iglesia es como la Sociedad Rural: no puede disimular mucho tiempo sus miserias, tarde o temprano, se delata a si misma.

domingo, 17 de agosto de 2008

Serás abogado/a o no serás nada- Tomatis


¿Saben qué? Estoy preocupado. Muy preocupado. Pero no por ninguna de las noticias que nos ponen los diarios locales en las tapas y menos por lo que informan los noticieros nacionales. A decir verdad, lo que aparece en esos medios es lo que menos me importa.
Lo que me preocupa no sé si salió en los diarios, tal vez sí, tal vez se publicó en algún rincón de una página perdida, como si fuera una noticia insignificante, como si hubiera sido puesta casi de relleno. Me refiero al crecimiento desmesurado de los adolescentes y jóvenes santiagueños que tienen sólo un objetivo en la vida: ser abogados. Le pregunto a mi hija qué van a estudiar sus compañeritos/as cuando terminen la secundaria, y me responde que el 99% quiere ser letrado/a. Por supuesto, la mayoría de ellos incentivados por sus padres que se mueren por hablar alguna vez de “mi hijo el dotor”.
Seguramente, los lectores me gritarán que estoy loco, que soy un ignorante, un desubicado y que me tendría que alegrar de las nobles aspiraciones de nuestros chicos. También me dirán que el crecimiento de los aspirantes en la carrera de Derecho, es una muestra de cómo la educación santiagueña se consolida a paso firme. No sean ingenuos, yo por lo menos, no me chupo el dedo.
Les voy a decir por qué los chicos sueñan tanto con poner una plaqueta en sus casas que diga “fulano de tal, abogado”. No crean que es un deseo limpio e inocente. Para nada. En realidad, es un deseo pervertido. Los adolescentes no son boludos. Tienen en claro que la sociedad de hoy sólo es para los que tienen guita, para los vivos, para los ganadores. Y resulta que día a día se muestra que los abogados son exitosos, que tienen plata, fama, minas, etc. Además, aparecen en las películas yankees como los grandes protagonistas. ¿Se acuerdan de “El abogado del diablo”?. Bueno, ése es el ideal de los pendejos. “Así quiero ser yo” dicen. Una oficina tremenda, situada en un edifico de varios pisos, con vista a la calle y sillones espectaculares.
Pero no nos vayamos tan lejos. Sus modelos de abogado están aquí cerca, no solamente en Hollywood. ¿Saben dónde están? Se los digo: en los barcitos que se encuentran en las inmediaciones de Tribunales. Hay uno que está en una esquina y tiene grandes vidrios que dan a la calle; ahí se sientan los doctorcitos por la mañana, vestidos de traje y peinados con mucho gel. Y las doctorcitas también por supuesto. Ellas van muy bien arregladas, revocadas de maquillaje, con las correspondientes tetas postizas y los vestidos bien ajustados. A la mayoría le gusta sentarse cerca del ventanal, para que quienes pasen por el lugar, miren y envidien. De vez en cuando, me doy una vuelta y los observo. Todos están en pose. Muchos se sientan solos y sacan un montón de papeles para demostrar que están muy ocupados resolviendo casos. Pero ¡ojo! Me cansé de ver tipos que en su vida pisaron la facultad, sin embargo, ellos están presentes en ese bar, con saco negro y con valijita en mano.
Los estudiantes de abogacía miran ese modelo y se mueren por llegar a ese lugar. No aspiran defender a los débiles y desposeídos, no les interesa conocer las nuevas corrientes de interpretación del derecho laboral y ni se calientan por aportar un granito de arena para lograr una justicia más eficaz. No, los varones quieren el título para encontrarse con una mina en el boliche y levantársela luego de decirle “soy abogado”, para hacer plata por los medios que sean, cagando a quien se ponga adelante; o bien, quieren la chapa para sentarse en el bar que está cerca de Tribunales con la secretaria que está buena. Para eso se queman el cerebro rindiendo materias. Pero lo que no se dan cuenta o no quieren darse cuenta, es que Santiago está lleno de abogados que andan de choferes de taxis o atendiendo maxi kioscos. Deberían abrir una sociedad que tenga por siglas A. A.C.H (Asociación de Abogados Cagados de Hambre). Les aseguro que las afiliaciones serían masivas.
Es lógico que sea así, porque una provincia chica no aguanta esta superpoblación de profesionales del Derecho y el campo laboral de los letrados se convierte en una jungla que contiene a unos cuantos y expulsa a un montón. Y claro, ahí llega la desilusión: las pobres minas que se gastaron fortunas en vestuario para asistir a las clases en la Universidad (ya sabrán que el pabellón de Derecho de la facultad local es una pasarela por la que desfilan las estudiantes compitiendo para ver quién tiene mejor pilcha) se encuentran con la triste realidad.
Entiendan bien. El problema de Santiago no es el campo, tampoco la violencia en las escuelas, menos aún la escasez de gasoil. El problema es que todos nuestros chicos quieren ser abogados. He ahí el origen de nuestras futuras desgracias. No digan después que no se los advertí.

jueves, 14 de agosto de 2008

Sobre Los libros de la guerra-Esteban b


Dicen que Los pichiciegos es la mejor novela sobre la guerra de Malvinas. Dicen que Vivir afuera es una de las mejores novelas sobre los años 90 en la Argentina. Dicen que el autor de ambos libros está loco. Y dicen muchas cosas más. Hablamos de Rodolfo Enrique Fogwill (o simplemente Fogwill, como él firma sus trabajos), escritor argentino, quien ha publicado a principios de este año Los libros de la guerra. Este volumen es una antología de las intervenciones periodísticas del autor a lo largo de 25 años, desde los meses previos a la victoria de Raúl Alfonsín hasta fines del 2007.

Autorretrato
“Estudié medicina, letras, filosofía, matemáticas, canto, música, francés, inglés, rudimentos de griego y latín y olvidé casi todo. Enseñé metodología, estadística, teorías de la comunicación, teorías de la ideología y sociología; no aprendí casi nada. Fui publicitario, investigador de mercado, redactor, empresario, especulador de bolsa, terrorista y estafador”. Así se presenta Fogwill en un imperdible autorretrato que se encuentra en la primera parte del libro en cuestión. Efectivamente, sus conocimientos son diversos. No sólo domina a la perfección las teorías de los clásicos de la sociología (Fogwill es sociólogo) sino que puede dejar descolocado al lector con alguna disquisición sobre diversos asuntos, desde la matemática y los fractales hasta la informática y la medicina. Como dice un crítico, pareciera siempre que Fogwill sabe cosas que se le escapan al lector.
El autor de Vivir afuera está rodeado de una serie de leyendas que él mismo se encargó de difundir. Por ejemplo, es vox populi que escribió la mencionada novela sobre la guerra de Malvinas en sólo tres días bajo los efectos de la cocaína (“Por más de diecisiete años fui cocainómano” confiesa). Que estuvo preso por estafa. Que fue millonario y que perdió casi todo. Qué es el autor del slogan “el sabor del encuentro”. Que escribió durante un tiempo los chistes de los chicles bazooka. Qué se casó no se cuántas veces. En realidad, poco importa si esos rumores son ciertos o no. Entonces, vayamos a lo que sí importa.
Al leer los artículos de Fogwill –especialmente los de principios de los años 80- uno debe estar preparado para las continuas cachetadas al sentido común progresista. Nada más equivocado que buscar en sus diatribas lo políticamente correcto. Fogwill- en medio de la algarabía alfonsinista- se pronunció en contra del aborto y de la ley de divorcio, con argumentos que por supuesto, son atendibles. Pero lo que más impresiona en estos escritos es la postura que él asumió, en plena primavera democrática, con respecto a la herencia que había dejado el Proceso de Reorganización Nacional. Cuando muchos se llenaban la boca hablando sólo de las atrocidades que habían cometido los militares y no de las responsabilidades de una sociedad cómplice, Fogwill escribió un artículo brillante que se titula “El doctor Cormillot y la gran máquina de adelgazar conciencias”, el cual debería ser de lectura obligatoria para todo aquel que estudie la forma en que los argentinos supimos construir una memoria de la Dictadura. Asimismo, el autor de “Los pichiciegos” fustigó a la política cultural del gobierno de Raúl Alfonsín, poniendo en evidencia las continuidades que existían entre esa política y la implementada por el régimen precedente.
Por otro lado, están los artículos de crítica literaria. Allí, a contramano de lo que dictaba el canon, Fogwill comienza a difundir autores que hasta ese entonces eran desconocidos en el campo literario y hoy son de lectura obligatoria en la carrera de letras. Por ejemplo, Cesar Aira y Alberto Laiseca.
También se incluyen en esta antología algunas de las mejores entrevistas que Fogwill concedió. En dichos reportajes queda claro que este hombre de cabeza blanca con pinta de viejo cascarabia, no sólo es una de las mejores plumas de nuestro país sino que además es un personaje al que cualquier periodista le gustaría tener mano a mano.
Por lo tanto, “Los libros de la guerra” es un volumen que retrata en forma perfecta al autor. A lo largo de sus páginas, la inteligencia y la capacidad analítica de Fogwill sorprenden gratamente. Y luego de esta experiencia de lectura, no cabe más que afirmar que Fogwill ha hecho suya una máxima que debería tener en cuenta todo intelectual: sospechar de las verdades consagradas y de los poderes establecidos.

martes, 12 de agosto de 2008

"Si no tienes un rottweiler,no existes"-Tomatis


Los santiagueños somos propensos a adoptar cualquier moda que nos impongan de Buenos Aires. Ya creo que hablé lo suficiente de las modalidades del habla que se nos pegan de los porteños. Aunque debo confesar algo: hasta yo a me encuentro a veces escribiendo “fue” cuando debería poner “ha sido”, porque es así como hablamos nosotros.
Pero hoy quiero señalar otras modas, aún más detestables que el patético “todo bien” y sus derivados. Me refiero a los usos y costumbres tales como: construir fincas en el Zanjón, utilizar camionetas 4 x 4 y tener perros de determinadas razas.
Existen requisitos que son indispensables a la hora de aspirar a formar parte del exclusivo jet set santiagueño: como ya lo he dicho recién, es necesario poseer una finquita en el Zanjón o en algún lugar de las afueras de la ciudad. La finca, obviamente, debe tener una pileta. Puede no tener cocina ni baño pero la pileta es indispensable; de manera que el dueño de la propiedad presuma diciendo que todos los domingos toma sol en su reposera sin importarle los 40 grados de calor.
Segundo requisito imprescindible: poseer una camioneta 4 x 4 aunque el dueño del utilitario jamás vaya a circular por una calle con barro. Cualquiera sabe que esos vehículos han sido pensados por los sesudos fabricantes para que sus conductores hagan travesías por lugares de difícil circulación. Pero eso aquí en Santiago no les calienta. Los compradores de 4 x 4 no se interesan en absoluto por conocer los terrenos en los que podría circular su camioneta. ¡Ellos la quieren para dar vueltitas en la Plaza Libertad!
Y hay un tercer requisito que últimamente se ha vuelto una prueba de fuego antes de ingresar a la legión de la elite local: la posesión de un perro de raza. Ojo, las razas codiciadas van cambiando con el tiempo. No se si acuerdan que en un momento pasear por la calle con un perro Ovejero Alemán era símbolo de estatus. Luego se impusieron los siberianos. A los dueños no les calentaba que esos pobres animales de climas polares se estuvieran calcinando bajo el sol de Santiago. Imagínense, bichos que viven felices en las heladas del sur ¡los traían justamente a vivir aquí! Por suerte, la moda de los siberianos quedó en el pasado, aunque quedan ejemplares en algunas casas de familia, fruto del momento de auge.
Y bueno, ya sabrán qué perros se pusieron de honda en los dos últimos años: claro, los famosos Rottwelier (que encima no se cómo mierda se escribe): esos animales grandotes y cabezones que de sólo verlos impresionan. Los Rottwailers se cansaron de morder no solamente a sus dueños sino también a los hijos, nietos, sobrinos, amigos y vecinos del dueño. Pero eso no interesa: todo sea por cumplir los ineludibles requisitos de las altas clases. Un dicho reza: “si no tienes título, no existes”. Creo que habría que actualizar el refrán, porque debería decir: “si no tienes un rottweiler, no existes”
Entonces, ya uno no puede salir a caminar por el centro sin ver a un sinnúmero de pelotudos que correa en mano, sacan a pasear a su bicho negro. A cada rato me tengo que cruzar de lado para no pasar cerca de esos perros de mierda...
Hoy los acuso con toda mi alma a los santiagueños cholulos que alteran la vida cotidiana del resto sólo por estar a la moda de los tiempos. Hasta la próxima.

lunes, 4 de agosto de 2008

Todo bien? - Tomatis

El domingo estaba hecho pelota, sentado en el bar de la plaza: el que siempre frecuento por la mañana. Había pasado una noche basura: perdí todas las partidas que jugué en el club, y encima mi ex mujer me amenazó que me va a demandar por no pasarle los 400 pesos al mes que supuestamente, le tengo que dar en concepto de padre de nuestra hija. Aclaro: me casé y me separé tres veces en lo que va de mi vida.
Si tengo que ser sincero diría que todo el día sábado había sido una autentica porquería. Fue uno de esos días en que a uno no le hubiera gustado despertarse, esos días que literalmente no tendrían que existir en el calendario, porque son nefastos, porque cualquier cosa que uno intente hacer le sale para el carajo; porque pareciera que todo el mundo se nos ha puesto en contra. Podría seguir enumerando razones para justificar el por qué de mi pésimo humor el domingo por la mañana.
Entonces, repito, estaba sentado tomando un horrible café, y resulta que pasa uno de esos tipos a los que uno ya ni sabe de donde los conoce, cruza por frente de mi mesa y me dice :”Eh Tomatis,¿ todo bien?” Lo miré con cara de asco, por su estùpida pregunta. El tipo me vio ahí con cara de desvelado, los ojos rojos, la voluntad por el piso y me pregunta: ¿todo bien? Ni me acuerdo lo que le contesté, lo tendría que haber mandado a la mierda, pero creo que no lo hice.
Voy a aprovechar la ocasión para acusar (yo, Tomatis, acuso) a todos los santiagueños que saludan: ¿todo bien? Esa muletilla fea que se nos pegó de los porteños y que no sirve para nada, porque el “¿todo bien?” es un saludo circunstancial e innecesario, lo dicen dos personas cuando se cruzan por la calle, o cuando están en la cola de un banco, o en un bar cualquiera. Lo dicen justamente porque no tienen nada para decirse, pero bastaría con un “hola” y nada más. Pero no, tienen que agregarle el “¿todo bien?” Y lo peor es que la respuesta a la pregunta, es siempre la misma pero sin signo de interrogación. Ilustro la situación: se encuentran dos jóvenes, uno le pregunta “¿todo bien?” Y el otro contesta “todo bien”. Patético.
Empezaron los chicos a decirlo, después siguieron los jóvenes y ahora lo escucho a este tipo de 40 y pico de años decir “¿todo bien?”. No, dejémonos de joder, terminemos con esa tonta imitación de todo lo que dicen en la capital….
Protesto contra el “todo bien”, y voy a iniciar una dura campaña para erradicar ese saludo del hablar del santiagueño. Prometo hacerlo hasta que no quede ni siquiera un adolescente en esta provincia que use esa puerca muletilla para saludar.