jueves, 30 de abril de 2009

Para leer la coyuntura- Esteban b.

Una página que recomiendo fervientemente es artepolítica.com. Escriben allí kirchneristas fervorosos, moderados y escépticos. Pero kirchneristas al fin. Ojo, no es un oficialismo ramplón, al estilo de algunos diputados impresentables.
Pero más que los artículos de la gente de artepolitica (María Esperanza, Escriba, Mendieta, Balvanera, etc), quiero recomendar una sección de esta página: ap lecturas. Es una selección diaria de artículos que se publican en los principales medios, que los chicos que hacen esta página consideran interesantes. Gracias a ap lecturas ayer leí: un artículo muy bueno sobre los límites de la democratización de la Internet en Página 12, un excelente análisis de la Cumbre de las Américas en El País, una provocación de Osvaldo Bazán titulada "soy gorila" en Crítica, una entrevista a una filóloga que está estudiando los originales de las obras de Alberdi, etc. Esta sección sirve sobre todo, cuando uno no tiene tiempo (o ganas)de buscar sitio por sitio escritos que valgan la pena.
Ya saben, pasen por ahí.

martes, 28 de abril de 2009

Tipos difíciles- Tomatis


Me cansé de decirlo y de señalarlo, pero no hay caso, la gente no me escucha. No se convencen de que si me prestaran más atención, la provincia -¡y hasta el país!- andaría mucho mejor. Hace cuánto que yo venía señalando las miserias del mundo literario, del cual formé parte en mi juventud, y nadie me daba bola. Tuvo que armarse flor de lío con esto de los que van y no van a la Feria del Libro para que alguien dijera: “Tomatis tenía razón”. Siempre tengo razón, entiéndalo de una vez.
Recordando viejas épocas, en otras ocasiones conté mi devoción juvenil por leer los autores que mis amigos de entonces juzgaban imprescindibles. “Tomatis, no podés dejar de leer esto”, me decía un amigo después de tirarme tres tomos de 500 páginas por la cabeza”. Yo, como buen estúpido, me encerraba en mi pieza y tirado en la cama boca abajo, devoraba todos los mamotretos que caían en mis manos. Mi habitación quedaba en la terraza de la casa y, como no tenía ningún split en aquellos tiempos, en verano me caían las gotas de transpiración sobre las hojas de los libros. Pero nada me importaba. No importaba que mi cama estuviera tacuchada de ejemplares hediondos y viejos de autores que habían muerto, por lo menos, hace 500 años. No importaba que por quedarme encerrado leyendo, me perdiera de tomar whisky y café (lo mejor que hay en la vida) en los bares de la plaza. No importaba que las minas que llevaba a mi cuchitril pensaran que las muchas letras me habían vuelto loco. Yo seguía adelante, quería ser un escritor y listo. Por suerte, un buen día me di cuenta de mi camino errado y arranqué para otro lado. Y aquí estoy.
El mundo de los escritores es peor que el de las vedettes. Es más, pienso que debería existir un programa al estilo de Jorge Rial pero sólo para la gente de la “cultura”. Les aseguro que se armarían quilombos más grandes que los de Moria Casán y Graciela Alfano. No haría falta mucho combustible para que se destara el fuego de los egos.
Los artistas en general son gente jodida. Yo sabía tener un amigo que era músico. El tipo pensaba que era el mejor guitarrista del universo y estaba convencido de algo: creía que si su labor no era reconocida en el ámbito musical, no era por su falta de talento sino por la ineptitud de los demás para detectar genios. Hace mucho tiempo que no lo veo y supongo que aún continuará protestando por la miopía de los santiagueños que no lo consideran el mejor de todos.
Algo parecido les pasa a los escritores. Ellos creen que si el público no acude en masa a comprar sus libros, no se debe a que los mismos sean bodrios imposibles de digerir. En realidad, dicen, “los lectores son incultos y no me entienden”. Les encanta eso de ser artistas incomprendidos que vagan por las calles sin un justo reconocimiento. Ellos sueñan con que en la posteridad, algún crítico sabio venga a rescatar del olvido sus numerosas obras. Ahí sí, suspiran, se habrá hecho justicia.
Lamento avisarles, mis queridos ex colegas, que nadie se acordará ni de ustedes ni de sus obras ni de mi dentro de 50 años. Cuando pasemos a mejor vida, sólo quedarán algunas fotos nuestras desperdigadas por ahí y nada más. Yo sé que a ustedes les gusta creer en la trascendencia por medio del arte, pero nada de eso es verdad. Si ya son tipos grandes y como escritores, no los conoce ni su madre, olvídense del éxito. Dedíquense a criticarse unos a otros. A pelear entre ustedes. Si el fracaso se ha enseñoreado de sus almas, por lo menos les queda eso: putearse entre sí.

martes, 21 de abril de 2009

Los francotiradores necesarios- Esteban b.

Éste es un artículo en relación con el debate que se desató en Santiago del Estero luego del dictamen de una Comisión de Lectura, que decidió que de 19 obras, sólo 4 irían a la Feria del libro de Buenos Aires. El Jurado dijo estar preocupado ante la "baja calidad" de los libros presentados.

Hace mucho que pienso que en la vida cultural santiagueña hace falta un Damián Tabarovsky. Para quien no lo conozca, Tabarovsky es un escritor argentino que todos los domingos tiene un espacio (una columna) en el suplemento cultural de Perfil. En 2004 publicó “Literatura de izquierda”, un libro que despertó una interesante polémica que se reflejó en las principales revistas y suplementos culturales del país.
A grandes rasgos, lo que planteaba Tabarovsky era que en la Argentina existían dos lugares desde los cuales se producía la mayor parte de las obras literarias desde 1983 en adelante: el mercado y la academia. Según su visión “el campo literario” argentino estaba “cruzado” y “partido” por esos dos “polos atractores”.
Tabarovsky hacía una especie de llamado a salir de esa perniciosa dualidad, a romper con ese esquema, a tirar abajo el canon establecido, en una operación similar a la que habían llevado a cabo, décadas atrás, autores de la talla de Fogwill, Héctor Libertella, Osvaldo Lamborghini, etc. En un tono sumamente provocativo, Tabarovsky decía: “Mientras que el mercado y la academia escriben a favor de sus convenciones, la literatura que me interesa –la literatura de izquierda- sospecha de toda convención, incluida las propias. No busca inaugurar un nuevo paradigma, sino poner en cuestión la idea misma de paradigma”.
Recapitulando, ¿en qué sentido digo que hace falta un Tabarovsky en Santiago? Hace falta alguien que salga con las tapones de punta, que incite al debate, que se anime a cuestionar lo que nadie cuestiona. Lo que observo es demasiada complacencia, aunque en off de record se diga de todo. Las presentaciones de libros de autores santiagueños se caracterizan por las rosas que los comentaristas le regalan al autor o viceversa. Cuando se publica un texto (sea de literatura, de historia, de política, etc.) que a todas luces es pésimo, no suelo ver a nadie que escriba, aunque sea, una reseña negativa de ese libro. Parece que es mejor callar. Las pocas reseñas que se publican son siempre laudatorias, escritas por lo general por un amigo del autor del libro en cuestión.
A veces envidio las estimulantes discusiones que se promueven en el suplemento literario de La Gaceta de Tucumán. Pongo este ejemplo para hablar sólo de una provincia vecina. Cuando leo esos debates, me pregunto: ¿por qué esas cosas no pasan aquí? No lo sé.
Es raro, pero nuestros intelectuales más preciados prefieren no debatir. O si lo hacen, no se nota. Quizá esa pasividad se deba a las dimensiones pequeñas de nuestra provincia. Todos nos conocemos, por lo tanto, “mejor no lo critico, a ver si después me cruzo con él/ella”. O quizá nuestra naturaleza “pasiva” nos lleva a no buscar la confrontación, ni siquiera aquella confrontación de ideas, por demás saludable.
Por eso es que insito: son necesarios los francotiradores en nuestra cultura. Pienso en tipos como David Viñas, quien tiene una estupenda manera de incitar a la polémica. Y no lo hace con agravios sino con ideas.
Entonces, me dirán, está bien que la Comisión de Lectura haya asumido ese papel de francotirador. Me parece que no lo supo hacer. Me parece que más que incitar al debate, generó una trifulca entre los escritores. Me parece que deberían haber depurado el texto de ciertas consideraciones que era sabido que no iban a caer bien.
Pero cuidado, del otro lado percibí actitudes muy tristes. “Nosotros tenemos que hacer como que no existen”, escuché decir a una escritora de renombre en una reunión reciente, refiriéndose a la Comisión de Lectura. ¿Cómo? ¿Qué pasa? ¿Ahora los literatos van a utilizar el lenguaje futbolístico, del tipo “no existís? ¿Van a hacer lo mismo que los hinchas de Boca y de River? ¿Se van a ningunear unos a otros?
Mejor sería aprovechar esta oportunidad y olvidarse de las frases que pudieron causar enojos. Sería estupendo ponerse a discutir qué se escribe en Santiago; leer la literatura local, porque hablamos mucho de ella, pero la leemos poco; develar qué visiones del mundo (por qué no de la política) se esconde en cada libro que se publica; descubrir cuáles son los modelos literarios de los jóvenes escritores santiagueños; analizar si existe algo parecido a una literatura de “mercado” y una literatura “académica” en nuestras letras. Y sería espectacular que intervengan en ese debate los intelectuales de mayor renombre. Que ellos “ordenen” o “desordenen” la discusión. Seria bueno, por último, que nos saquemos la modorra y los prejuicios de encima y que nos demos cuenta que cuestionar el trabajo de otro no es cuestionar su persona, sino sólo sus ideas, su visión del mundo.

miércoles, 15 de abril de 2009

Periodistas- Tomatis


Es fácil aparecer en los diarios locales, no sé si se habrán dado cuenta. Sí, aunque no me crean, yo les aseguro que es sencillo. Solamente hace falta una condición: ser santiagueño y vivir en otro lado. Mejor si es en otro país. No importa que en el lugar en donde estés, seas un pobre infeliz.
Cuántas veces no habrán leído titulares de este tipo: “Santiagueño cuenta su experiencia en Alemania”, o bien, “Santiagueño se dedica a la fotografía en México”.
El mejor descubrimiento para un periodista de Santiago es encontrar a un comprovinciano perdido en el extranjero. Con eso ya tiene asegurado un buen espacio en una página importante. Cuando se le propone la nota al jefe de redacción, éste contesta: “claro, hacela, la ponemos en tapa”. Y como dije antes, lo que menos importa es la actividad que esa persona realice. Puede ser sólo un barrendero o un lustrabotas. Pero claro, está fuera de la provincia, entonces, merece aunque sea una paginita. Un razonamiento totalmente estúpido.
Y ya que estamos, sigamos hablando de los periodistas. Hoy tengo ganas de hacerlo. Hay una cosa que les encanta a mis colegas (aunque en verdad, a esta altura me siento cualquier cosa menos un trabajador de prensa), que los pone muy expectantes, que les quita el sueño. Esto pasa cuando se aproxima algún evento especial: por ejemplo, la visita de la presidente de la nación a la provincia, la inauguración de alguna obra importante, un anuncio trascendente en Casa de Gobierno, etc. No es que mis colegas se desesperen por la riqueza periodística que podrían tener las crónicas que escriban sobre estos acontecimientos. No, eso es lo que menos les interesa. Tampoco se preocupan, en estos casos, de reflejar algún detalle que a otros medio se les escapa. No, de ninguna manera. Lo que aquí les interesa a los periodistas es saber si habrá comida antes o después del evento. Se mueren por saber si habrá alguna mesa larga con bebida y morfi para todos.
Por eso, lo primero que hacen al llegar al lugar es preguntar a quien se les cruce: “¿che, hay algo para nosotros?”. El interlocutor interpreta rápidamente la pregunta y le responde por si o por no. Por supuesto, el humor del profesional cambiará por completo si tiene la certeza de que al finalizar su trabajo, podrá llenar abundantemente su insaciable estómago.
Ojo: los periodistas deportivos son peores. Parece que en la carrera no les enseñan las reglas y las tácticas de las distintas disciplinas, sino que les dan clases de cómo devorar una mesa de 100 sándwiches en escasos minutos. Si alguna de las instituciones deportivas está en crisis económica se debe, precisamente, al agujero que se les produjo en las cuentas cada vez que cometieron el error de hacer un lunch para la prensa.
Ni les cuento lo que pasa en las cenas de fin de año, esas que se ofrecen especialmente para los periodistas. Hay cosas que ponen ansiosos a los muchachos, pero nada como la comilona que se les regala en el mes de diciembre. Ir a esta cena es para ellos como asistir a una orgía con las mejores modelos. Nada los entusiasma más que la llegada de este bendito día. Si les dieran a elegir entre hacerle una entrevista exclusiva a Néstor Kirchner o asistir a esta cena, estoy seguro que ninguno dudaría: la comida está primero, responderían.
Quiero decirle algo a las nuevas generaciones de periodistas: sépanlo bien, lo que distingue a un periodista novato de un periodista con trayectoria, no es la cantidad de investigaciones o entrevistas realizadas, sino los kilos y los litros ingeridos gratuitamente a lo largo de la carrera. Hasta la próxima.

viernes, 3 de abril de 2009

Alfonsín y Caparrós- Esteban b.

Estaba incómodo. No me gustaba, me ponía nervioso la catarata de halagos al dr. Raúl Alfonísn. Alguien que no fuera argentino y no supiera nada de lo que pasó en su presidencia, habría pensado que su gestiíon estuvo signada por los grandes apoyos que le dieron todos los que hoy lo alaban. Pero nada fue así, si mal no recuerdo.
Lo más curioso es que nos quejamos de que nuestra historía está plagada de próceres inmaculados (San Martín y Belgrano por ejemplo), que los hacen inaccesibles, que los "deshumanizan", y resulta que con Alfonsín estamos haciendo exactamente lo mismo: estamos empezando la construcción de una nueva figura heroica a la cual venerar.
Además, lo confieso: no me gustan las adulaciones a los muertos. Mi alter ego, Tomatis, diría lo siguiente: "el día que me muera, por favor, pongan en mi tumba: aquí yace un hijo de puta".
Como me sentía muy incómodo con la sarta de elogios, me encantó la nota de Martín Caparros: Ser Alfonsín. Por favor léanla, no pases nunca más por este blog si no quieren, pero lean esta columna.