martes, 21 de abril de 2009

Los francotiradores necesarios- Esteban b.

Éste es un artículo en relación con el debate que se desató en Santiago del Estero luego del dictamen de una Comisión de Lectura, que decidió que de 19 obras, sólo 4 irían a la Feria del libro de Buenos Aires. El Jurado dijo estar preocupado ante la "baja calidad" de los libros presentados.

Hace mucho que pienso que en la vida cultural santiagueña hace falta un Damián Tabarovsky. Para quien no lo conozca, Tabarovsky es un escritor argentino que todos los domingos tiene un espacio (una columna) en el suplemento cultural de Perfil. En 2004 publicó “Literatura de izquierda”, un libro que despertó una interesante polémica que se reflejó en las principales revistas y suplementos culturales del país.
A grandes rasgos, lo que planteaba Tabarovsky era que en la Argentina existían dos lugares desde los cuales se producía la mayor parte de las obras literarias desde 1983 en adelante: el mercado y la academia. Según su visión “el campo literario” argentino estaba “cruzado” y “partido” por esos dos “polos atractores”.
Tabarovsky hacía una especie de llamado a salir de esa perniciosa dualidad, a romper con ese esquema, a tirar abajo el canon establecido, en una operación similar a la que habían llevado a cabo, décadas atrás, autores de la talla de Fogwill, Héctor Libertella, Osvaldo Lamborghini, etc. En un tono sumamente provocativo, Tabarovsky decía: “Mientras que el mercado y la academia escriben a favor de sus convenciones, la literatura que me interesa –la literatura de izquierda- sospecha de toda convención, incluida las propias. No busca inaugurar un nuevo paradigma, sino poner en cuestión la idea misma de paradigma”.
Recapitulando, ¿en qué sentido digo que hace falta un Tabarovsky en Santiago? Hace falta alguien que salga con las tapones de punta, que incite al debate, que se anime a cuestionar lo que nadie cuestiona. Lo que observo es demasiada complacencia, aunque en off de record se diga de todo. Las presentaciones de libros de autores santiagueños se caracterizan por las rosas que los comentaristas le regalan al autor o viceversa. Cuando se publica un texto (sea de literatura, de historia, de política, etc.) que a todas luces es pésimo, no suelo ver a nadie que escriba, aunque sea, una reseña negativa de ese libro. Parece que es mejor callar. Las pocas reseñas que se publican son siempre laudatorias, escritas por lo general por un amigo del autor del libro en cuestión.
A veces envidio las estimulantes discusiones que se promueven en el suplemento literario de La Gaceta de Tucumán. Pongo este ejemplo para hablar sólo de una provincia vecina. Cuando leo esos debates, me pregunto: ¿por qué esas cosas no pasan aquí? No lo sé.
Es raro, pero nuestros intelectuales más preciados prefieren no debatir. O si lo hacen, no se nota. Quizá esa pasividad se deba a las dimensiones pequeñas de nuestra provincia. Todos nos conocemos, por lo tanto, “mejor no lo critico, a ver si después me cruzo con él/ella”. O quizá nuestra naturaleza “pasiva” nos lleva a no buscar la confrontación, ni siquiera aquella confrontación de ideas, por demás saludable.
Por eso es que insito: son necesarios los francotiradores en nuestra cultura. Pienso en tipos como David Viñas, quien tiene una estupenda manera de incitar a la polémica. Y no lo hace con agravios sino con ideas.
Entonces, me dirán, está bien que la Comisión de Lectura haya asumido ese papel de francotirador. Me parece que no lo supo hacer. Me parece que más que incitar al debate, generó una trifulca entre los escritores. Me parece que deberían haber depurado el texto de ciertas consideraciones que era sabido que no iban a caer bien.
Pero cuidado, del otro lado percibí actitudes muy tristes. “Nosotros tenemos que hacer como que no existen”, escuché decir a una escritora de renombre en una reunión reciente, refiriéndose a la Comisión de Lectura. ¿Cómo? ¿Qué pasa? ¿Ahora los literatos van a utilizar el lenguaje futbolístico, del tipo “no existís? ¿Van a hacer lo mismo que los hinchas de Boca y de River? ¿Se van a ningunear unos a otros?
Mejor sería aprovechar esta oportunidad y olvidarse de las frases que pudieron causar enojos. Sería estupendo ponerse a discutir qué se escribe en Santiago; leer la literatura local, porque hablamos mucho de ella, pero la leemos poco; develar qué visiones del mundo (por qué no de la política) se esconde en cada libro que se publica; descubrir cuáles son los modelos literarios de los jóvenes escritores santiagueños; analizar si existe algo parecido a una literatura de “mercado” y una literatura “académica” en nuestras letras. Y sería espectacular que intervengan en ese debate los intelectuales de mayor renombre. Que ellos “ordenen” o “desordenen” la discusión. Seria bueno, por último, que nos saquemos la modorra y los prejuicios de encima y que nos demos cuenta que cuestionar el trabajo de otro no es cuestionar su persona, sino sólo sus ideas, su visión del mundo.

1 comentario:

Omar dijo...

Esta muy interesante el informe que publicaste en la revista, lo leí hace poco y coincido con tu análisis porque me parece el más abarcativo. Me gustaría que los otros medios tratasen el tema con mayor rigurosidad el tema, si es que realmente preocupa la “poca calidad de las obras literarias santiagueñas”. Ahora no entiendo porque no se publica en los medios el porque de la decisión del jurado y que se especifique como corresponde porque razones fueron rechazadas cada una de las otras obras que se presentaron en concurso. Desde luego el tema da para que los escritores organicen un debate y se planteen muchas cuestiones