
Me canso de escuchar a mis amigos que hablan de las bondades del pasado. Anhelan retroceder el tiempo y que las cosas vuelvan a “ser como antes”. En las mesas cercanas a la mía –hablo del bar- los tipos joden con que antes las mujeres eran más respetuosas. Yo les explico mil veces que si antes había menos mujeres que engañaban a sus maridos, no era porque no tuvieran ganas. Las razones eran otras: estaban reprimidas, entiéndalo.
Es raro que alguien de mi edad no sea nostalgioso y no añore su juventud. Lo cierto es que no sólo no añoro el pasado; tampoco tengo predilección por el presente y menos por el futuro. Ya el señor Discépolo escribió sobre este asunto hace mucho tiempo, así que para qué abundar.
Esto viene a cuento de algo. Es que de tanto desear el retroceso del tiempo, lo hemos logrado. ¿Querían volver atrás? Quédense tranquilos, estimados parroquianos, han cumplido su objetivo. No hagan más esfuerzos, prendan sus televisores y lean los diarios y verán que tengo razón
¿Se acuerdan cuando nuestros profesores de historia (por lo general viejas gordas y malas) nos enseñaban que en la Edad Media la peste negra había diezmado las ciudades, que los cuerpos se encontraban hediendo en las calles y que el miedo se apoderaba de todos? Bueno, no quiero ser aguafiestas, pero lamento informarles que no estamos lejos de experimentar en carne propia lo que leíamos en los libros.
Hasta hace poco nos hacíamos los vivos. Mirábamos en la televisión lo que pasaba en los países africanos y sentíamos lástima. Veíamos cómo en esos remotos lugares la gente moría de cualquier enfermedad para la que nosotros -eso creíamos- estábamos inmunizados. Oíamos hablar de influenza, dengue y malaria y nos sentíamos superiores por haber superado todas esas “pestes de antes”, que sólo seguían expandiéndose en países de mierda. Qué boludos, cómo nos equivocamos.
Presten atención las agrupaciones de izquierda lo que voy a decir: ya la lucha no deberá ser contra el poder económico concentrado, contra los organismos internacionales, ni contra el narcotráfico organizado. De vuelta, y como si la historia fuera una cargada, tenemos que luchar contra pestes y virus, que si bien les afecta más a las clases bajas, los privilegiados de las clases altas no están exentos. Digámoslo en pocas palabras: Si los muertos de la Edad Media se despertaran, sentirían que la historia es más o menos parecida.
Qué barbaro, pensábamos que habíamos dominado la naturaleza, que nos habíamos enseñoreado de ella, y resulta que hoy los mosquitos (el dengue) y los chanchos (fiebre porcina) nos ponen contra las cuerdas. Ninguna amenaza nuclear nos hace tener tanto miedo como estos insectos y animales insignificantes.
Mi amigo el turco me preguntaba, mientras tomábamos una cerveza: “Che, Tomatis, ¿volverá la peste negra o la peste bubónica?” Ya está entre nosotros, pelotudo, le respondí.
A los periodistas les digo: ¿querían muertos? ¿Querían sangre? La van a tener en abundancia. ¿Querían psicosis? No falta mucho.
En este momento, mientras escribo a esta columna, veo que sobrevuela en la pantalla de la computadora, un mosquito al que le tengo miedo. Tengo el espiral por ahí cerca así que ni bien ponga punto final a esta columna, lo voy a prender. Pero ya tenemos que ir preparándonos para comprar barbijos. Por eso y por todo lo que les dije antes, estamos en el horno.
Hasta la próxima.